marzo 29, 2024

La agricultura en un país biodiverso como Perú

La presencia de 11 ecorregiones en el Perú, lo que, según un informe difundido por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y la Unesco, le otorga el puesto 14 dentro de los países más biodiversos del mundo, implica notorias diferencias climáticas y geográficas dentro de nuestro territorio. Empero, esta carencia de uniformidad significa retos adicionales que la agricultura debe enfrentar, como cultivar en ecosistemas desafiantes (desiertos, altas montañas y selvas tropicales) y el riesgo recurrente de heladas, sequías, friajes, inundaciones, entre otros factores climáticos.

Debido a que estas características siempre han estado presentes, existen diversas prácticas adoptadas para afrontarlos, entre las cuales sobresale la dinámica de adopción y descarte de variedades nativas. Esta consiste en probar las distintas alternativas disponibles de cultivo hasta encontrar aquella que se adapte mejor a las condiciones donde se desarrollará y que posea un mayor rendimiento y resistencia. No obstante, la creciente demanda de alimentos —que en el caso de la papa se espera alcance un valor de 92 kg per cápita en 2021 (+21.1% de lo requerido en 2005), según el Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri)— exige a los agricultores alcanzar inclusive una mayor productividad en determinados cultivos.

Por ello, requieren complementar dicha práctica mediante técnicas de hibridación artesanal, por las que se fuerza la reproducción de especímenes nativos de su región con los provenientes de otras, como se desarrolla en la Línea de base de la diversidad genética de la papa peruana con fines de bioseguridad. Pero, debido a que cuentan con poca tecnificación, los nuevos cultivos pueden resultar en potenciales fuentes de inoculación de plagas y enfermedades que perjudicarían significativamente, además de la salud de los agricultores, la productividad y la calidad de las cosechas, según la misma publicación. Esta situación se agravaría por el alto grado de informalidad en el mercado de semillas, principal mecanismo para efectuar los intercambios de variedades de cultivos, lo cual genera que apenas el 0.2% del total de semillas cultivadas de papa sean certificadas. Es decir, la gran mayoría de aquellas utilizadas no cuentan con garantía alguna sobre su calidad genética, sanitaria y fisiológica.

SEMILLAS MEJORADAS Y CERTIFICADAS

Evidentemente, esta situación se mantendría conforme el desarrollo demográfico continúe aumentando la demanda de alimentos y exigencias de calidad para estos. Por tanto, evitar que los agricultores sigan buscando por su cuenta la mejor variedad de cultivo resulta complicado, pero se puede promover su seguridad mediante la provisión de semillas mejoradas y certificadas pues, conforme se introduzca una alternativa legal con mejores resultados y de fácil acceso, los agricultores tenderán a abandonar el mercado informal e inclusive posteriores intentos de hibridación artificial.

Actualmente el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) promueve el uso de las semillas certificadas que elaboran, las cuales garantizan tolerancia a cambios climáticos y suelos, disponibilidad de agua, resistencia a enfermedades e insectos, entre otros factores que limitan la producción agraria. No obstante, su participación en los cultivos continúa siendo relativamente baja ya que, al finalizar la campaña agrícola de 2017-2018, su tasa de adopción apenas ascendió al 12.7% del total de cultivos, según el Informe de Seguimiento del Minagri. Dicha situación evidencia la necesidad de facilitar el acceso a semillas de alta calidad genética.

Desafortunadamente, la vigente moratoria de ingreso y producción de organismos vivos modificados (OVM), que aportan inclusive beneficios superiores a los alcanzados por las prácticas tradicionales de hibridación, restringe la difusión de cultivos mejorados. Si bien esta se promulgó con la finalidad de desarrollar capacidades de gestión y supervisión que permitan monitorear el impacto de su implementación sobre la biodiversidad (ver Semanario 1033), actualmente ya es posible realizar un seguimiento adecuado al ingreso de las mercancías restringidas. Esto se debe a que el Ministerio del Ambiente, en coordinación conjunta con otros organismos[1], analiza exhaustivamente su posible llegada mediante terminales y almacenes aéreos y portuarios.

En ese sentido, si se considera que la agricultura emplea al 24.2% de la población económicamente activa, según cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), resultan urgentes iniciativas que comprendan la importancia del mejoramiento genético en los cultivos, pues, en su defecto, el sustento económico de los agricultores continuaría expuesto a problemas recurrentes que pueden prevenirse o mitigarse. La innovación tecnológica ha permitido el desarrollo de diversos sectores, y el agrícola no es una excepción, de manera que, si se continúan rechazando propuestas para aprovecharla por un temor infundado al daño adicional que generarían, solo se perjudicará tanto a productores como consumidores.

Inclusive, la misma Línea de base de la diversidad genética del maíz peruano con fines de bioseguridad, elaborada por el Ministerio del Ambiente para la protección de la biodiversidad de este cultivo, reconoce que el riesgo asociado a los OVM en el maíz resulta nulo si se acompaña con prácticas como la separación física entre especímenes nativos y modificados, así como la plantación de estos últimos con al menos cuatro semanas de separación que los otros.

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