Como las papas son un cultivo alimentario importante, mejorar su valor nutricional contribuirá a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, siempre que la producción también se incremente.
Los objetivos realistas para la mejora genética son:
- asegurar que los glicoalcaloides esteroideos del tubérculo no excedan los 20 mg/100 g de peso fresco;
- reducir la formación de acrilamida en chips y patatas fritas por debajo de los niveles de referencia de 750 y 500 μg/kg, respectivamente;
- reducir el índice glucémico aumentando la cantidad de almidón resistente;
- aumentar la cantidad y calidad de las proteínas y la concentración de hierro y zinc y de las vitaminas B9 y C.
Las papas de pulpa roja y morada contienen antocianinas, que son antioxidantes, y las papas de pulpa amarilla y naranja contienen carotenoides como la luteína y la zeaxantina, que protegen contra la degeneración macular de los ojos.
“Existe una variación genética para todos los rasgos de las variedades modernas y las variedades locales andinas, pero algunos carecen de pruebas rápidas para su uso en la producción. Además, todavía hay algunos problemas con la biodisponibilidad de algunos nutrientes”, explica John E. Bradshaw, del James Hutton Institute, en Dundee (Reino Unido).
La manipulación genética puede ser utilizada para:
- controlar las concentraciones de glicoalcaloides y la formación potencial de acrilamidas;
- aumentar la fibra dietética a través de la introducción de inulinas de alcachofas;
- aumentar la calidad y la cantidad de proteínas mediante la expresión específica del tubérculo de una proteína de semilla, la albúmina de Amaranthus hypochondriacus;
- modificar la biosíntesis de los carotenoides para producir beta-caroteno, el precursor de la vitamina A (patatas doradas), o astaxantina, un aditivo alimentario en la acuicultura.
