La incorporación de la inteligencia artificial (IA) y la robótica en la agricultura trae consigo múltiples beneficios, que se pueden resumir en cinco aspectos clave. Primero, estas tecnologías permiten que se realicen labores peligrosas para los humanos, como la manipulación de agroquímicos o el trabajo bajo condiciones climáticas adversas. Segundo, son capaces de ejecutar tareas repetitivas con alta precisión y eficiencia, superando las limitaciones físicas y cognitivas del trabajo manual. Tercero, facilitan el análisis de grandes volúmenes de datos para apoyar la toma de decisiones agronómicas. Cuarto, suponen una respuesta ante la negativa de la mano de obra humana para ciertos trabajos agrícolas, ya sea por su dificultad o baja rentabilidad. Por último, contribuyen a reducir la escasez de trabajadores en zonas afectadas por el éxodo rural o restricciones migratorias, lo que además se traduce en menores costos de producción para las empresas.
Una de las innovaciones más destacadas es la siembra de precisión robotizada. Los robots sembradores automatizan la colocación de semillas con gran exactitud, disminuyendo desperdicios y optimizando el uso del terreno, lo que genera importantes ahorros de tiempo y costos. A diferencia de los equipos tradicionales acoplados a tractores, estos robots son más ligeros, lo que reduce la compactación del suelo y el consumo de combustible. Para funcionar de forma autónoma, emplean tecnologías avanzadas de navegación que combinan sistemas de posicionamiento global (GNSS) con sensores ultrasónicos, infrarrojos y LiDAR. Algoritmos como SLAM permiten a estos robots desplazarse con precisión en terrenos complejos.
Además, la agricultura empieza a beneficiarse del uso de flotas autónomas, donde múltiples robots coordinan su trabajo en un mismo campo para maximizar la eficiencia operativa. Estos conjuntos inteligentes pueden funcionar de forma independiente o integrada, adaptándose a las necesidades específicas de cada cultivo. Esta coordinación permite optimizar tiempos y recursos en la siembra, aumentando la precisión y productividad de las explotaciones agrícolas.
El control inteligente de malas hierbas es otro desafío clave que la robótica e IA están ayudando a resolver. Las malas hierbas representan pérdidas globales del 13,2% en la producción agrícola, afectando el alimento de millones de personas. La creciente resistencia a herbicidas y las restricciones legales agravan este problema. Robots equipados con sensores, cámaras e IA pueden identificar y eliminar selectivamente las malas hierbas, incluso en fases tempranas o cuando están mezcladas con los cultivos. Empresas como Farming Revolution y Naïo Technologies han desarrollado sistemas autónomos capaces de diferenciar cultivos de malezas y adaptarse a distintos entornos.
Proyectos innovadores como MixWeeding, liderado por el CSIC, están impulsando un enfoque agroecológico para el manejo sostenible de malas hierbas. Utilizando visión por computador e inteligencia artificial, buscan integrar control mecánico y químico adaptado a cada cultivo y condición. Su objetivo es facilitar una integración universal que permita a los agricultores incorporar sistemas inteligentes independientemente del fabricante, promoviendo una agricultura más sostenible y ambientalmente responsable.
La automatización también se extiende a la cosecha, uno de los procesos más exigentes y dependientes de mano de obra. Los robots cosechadores, equipados con cámaras de alta resolución y sistemas de IA, pueden identificar frutos maduros y recolectarlos sin dañar las plantas o los productos. Algunos modelos avanzados operan en invernaderos y hasta en horario nocturno, utilizando iluminación propia. La incorporación de algoritmos de aprendizaje automático les permite mejorar continuamente la detección del grado de madurez.
Estos robots cuentan con brazos especializados para realizar una cosecha cuidadosa, preservando la calidad de los frutos y evitando pérdidas. Destacan los sistemas de cosecha selectiva, que identifican frutos listos para recolectar y dejan los que aún maduran, optimizando el rendimiento y permitiendo múltiples cosechas en un mismo cultivo. Esto es especialmente valioso en cultivos que requieren mucha mano de obra y tiempo, reduciendo costes y esfuerzo.
Finalmente, la robotización está transformando el mercado laboral agrícola. Estas tecnologías ayudan a mitigar la escasez de mano de obra y mejorar las condiciones de trabajo, al tiempo que generan una demanda creciente de profesionales especializados en software y sensores. Sin embargo, la transición también implica retos legales, problemas de compatibilidad tecnológica, dependencia de proveedores y preocupaciones éticas y de seguridad, que deben abordarse para garantizar un futuro sostenible y seguro para personas, animales y el medio ambiente en la agricultura automatizada.