La papa, un alimento fundamental con una historia milenaria arraigada en las regiones andinas de Sudamérica, ha evolucionado para convertirse en un cultivo emblemático a nivel global. Su producción, que una vez fue sinónimo de las tierras sudamericanas, ahora encuentra su epicentro en un país asiático: China. Con una producción de 94.4 millones de toneladas en 2022, China ha superado a gigantes tradicionales como Rusia, India y Estados Unidos. Este liderazgo es resultado de décadas de innovación agrícola y una estrategia enfocada en la eficiencia y la calidad.
Los datos proporcionados por la Escuela Profesional de Ingeniería Agronómica y Agrícola de la Universidad Católica de Santa María revelan el dominio de China en la producción mundial de papa, con una participación del 17%. Este país ha logrado esta hazaña mediante la expansión de áreas cultivables, la mejora en el riego y la adopción de variedades de alto rendimiento. Además, se ha destacado por su enfoque en la producción de papas procesadas, satisfaciendo tanto la demanda interna como posicionándose como un exportador clave en Asia.
Mientras tanto, en Latinoamérica, Perú sigue siendo el principal productor de papa, con una producción de 6 millones de toneladas en 2022. A pesar de su importancia en la región, Perú enfrenta desafíos en la exportación debido a limitaciones tecnológicas e infraestructurales. Sin embargo, su riqueza genética y la diversidad de variedades de papa que alberga lo convierten en un centro de interés mundial.
Perú destaca por su diversidad de papas, con más de 3.000 variedades adaptadas a diferentes climas y altitudes. Este legado se remonta a prácticas agrícolas precolombinas, que han permitido el desarrollo de papas de diversos colores, formas y tamaños, exclusivas de la región. La papa no solo es un elemento esencial de la gastronomía peruana, sino también un pilar económico y de seguridad alimentaria para las comunidades rurales del país.
