Todo comenzó con un sueño compartido, uno que nació del esfuerzo colectivo y la determinación de hacer las cosas de forma diferente. No era solo producir una fruta exótica; era transformar una industria desde sus raíces. Desde el primer día, la visión de Baleno fue clara: liderar la producción y exportación de pitahaya en Perú junto a un grupo de socios comprometidos. Ese sueño ya es una realidad palpable.
Pero Baleno no se conformó con alcanzar el éxito. Su meta iba más allá: querían cambiar el rumbo de la agronomía peruana. En junio de 2025, dieron un paso decisivo al implementar, por primera vez en el país, un sistema de iluminación LED a gran escala sobre cultivos de pitahaya. Este hito no solo marcó un precedente en el agro nacional, sino que también encendió una nueva era para la producción de frutas tropicales en el Perú.
La tecnología aplicada por Baleno no es improvisación. Inspirada en modelos exitosos de países como China y Vietnam, esta innovación permite que la pitahaya se cultive y coseche durante todo el año, eliminando la dependencia del clima y las estaciones. La empresa apuesta por una agricultura de vanguardia, con visión de futuro, y lo deja claro: no es un experimento, es una inversión a largo plazo en sostenibilidad y competitividad.
“Cada LED que encendemos representa una promesa cumplida”, afirma Wilmer Barrios, fundador de Baleno. Detrás de esta apuesta tecnológica hay un fuerte compromiso con el desarrollo del agro peruano. Gracias a esta estrategia, Perú se posiciona con fuerza en el mercado internacional de la pitahaya, compitiendo con países líderes como Ecuador y ampliando su presencia en nuevos destinos de exportación.
Hoy, Baleno cultiva más de 100 hectáreas entre Huaral y Jayanca, y ha logrado colocar más de 100 toneladas en mercados tan exigentes como Reino Unido, España, Portugal y Costa Rica en lo que va del 2025. El objetivo es ambicioso: cerrar el año con 300 toneladas exportadas. Pero más allá de las cifras, este avance demuestra que la pitahaya peruana tiene el potencial de convertirse en el próximo superalimento bandera del país, tal como lo fueron la quinua y la maca. El futuro, sin duda, luce brillante.
