En medio de las crisis globales que enfrentamos actualmente, la agricultura y la seguridad alimentaria han emergido como temas cruciales en la agenda mundial. Las consecuencias de guerras, el estancamiento económico global y eventos climáticos extremos afectan significativamente la geopolítica de los alimentos. América Latina y el Caribe proyectan una desaceleración económica del 1.5% en 2024, agravada por la persistencia de políticas contractivas y posibles shocks externos.
En Europa, las recientes protestas de agricultores han sacudido regiones del continente, llevando a la Comisión Europea a pausar la aplicación de normativas restrictivas sobre el uso de agroquímicos. Mientras la Unión Europea destina considerables recursos a programas de sostenibilidad agrícola, los agricultores demandan más apoyo y temen una avalancha de importaciones de alimentos baratos en caso de concluir el acuerdo comercial con el Mercosur.
Estos eventos resaltan la genuina competitividad de los agricultores de las Américas, especialmente los de América Latina y el Caribe. La región, prácticamente sin subvenciones, asume la responsabilidad de ser el mayor exportador neto de alimentos del mundo. Con más del 28% de las exportaciones totales de productos agropecuarios, las Américas contribuyen significativamente al mercado global de alimentos, siendo clave para la seguridad alimentaria mundial.
La competitividad regional se ha forjado a lo largo de décadas, combinando recursos naturales, políticas a largo plazo orientadas a los mercados internacionales y un sector privado excepcionalmente productivo e innovador. Políticas sectoriales, avances tecnológicos y la colaboración entre ciencia, tecnología e innovación han dado lugar a un sector agroalimentario poderoso. Experiencias exitosas, como la siembra directa y la ganadería sustentable, demuestran que la región ha encontrado equilibrios efectivos entre productividad y sustentabilidad.
